Quizás pocos conozcan aún la experiencia de participar en un círculo de percusión facilitado. Emociones y alegría compartida acompañan esta práctica que puede definirse como musicoterapia. Las personas que deciden participar no tienen por qué tener conocimientos de ritmo o música. Lo importante es dejarse llevar. Por supuesto, hay un «facilitador», una persona que modera el círculo y armoniza el conjunto…

En los círculos de percusión habituales se suelen adoptar dos o tres tipos de enfoque diferentes y en los otros, los no facilitados, los resultados son distintos. En otras modalidades, la figura del facilitador o facilitadora ni siquiera existe, o es simplemente una persona que lidera el grupo, el cual interpreta la música que esta indica, en lugar de ser facilitado en la expresión de su propia musicalidad según el momento…

La música es mágica, ya se sabe; desde la antigüedad se utilizaban ciertos sonidos y frecuencias en rituales chamánicos perdidos para sanar y unir a las comunidades… Desde el primer momento, en un círculo de percusión facilitado en este sentido, se respira empatía y se está a gusto aunque la mayoría de participantes no se conozca… La música, la intención común, la acción común unen y liberan al mismo tiempo. Te sientes bien, sonríes, te descargas, te relajas. El espíritu y las emociones vitales de todos y todas afloran en un ambiente alegre y en un remolino de sonidos rítmicos y cadenciosos. Cada persona golpea los tambores e instrumentos de que dispone según su instinto y al final todo el círculo participa rítmicamente en la creación de una composición musical rítmica. Poco a poco, todas consiguen percibir al resto del grupo, fundirse en el círculo del que forman parte y sumergirse en el ritmo que han creado. Aumentan la autoestima y la creatividad y esto solo puede ser algo bueno para cada una de ellas.