cartelMusicastradaFestival2011Una charla con Harshil Filippo Chiostri, facilitador de círculos de percusión; por Andrea Lanini.

Entrevistamos a Harshil Filippo Chiostri, facilitador de círculos de percusión, o drum circles, y colaborador del evento incluido en el programa de Musicastrada el 22 de julio en Vicopisano… Una larga charla, casi un tratado sobre dicha actividad. Muy, muy interesante.

Unas palabras para presentarte al público toscano que aún no conoce Drum Circle Spirit. Algunas noticias sobre ti, tu viaje personal… ¡y ese famoso libro que cambió tu vida!

Mi nombre es Harshil Filippo Chiostri y soy presidente del Circolo Amarti, una asociación afiliada a la ARCI (Asociación Recreativa y Cultural Italiana; n.d.r.) y con sede en Montopoli Val D’Arno, que promueve actividades culturales relacionadas con la difusión de métodos de meditación y autodescubrimiento de diferentes tradiciones orientales y occidentales, para el bienestar del ser humano en la relación consigo mismo y con todos los demás seres, humanos y no humanos, habitantes de Gaia, nuestro maravilloso planeta vivo Tierra.

De las actividades en las que participo directamente, el círculo de percusión facilitado es la que más me apasiona por la sencillez con la que logra revelar el potencial de la armonía colectiva. Un círculo de percusión es una atractiva actividad rítmica en la que un grupo de personas, dispuestas en círculo, se reúnen para tocar tambores y otros instrumentos de percusión, experimentando y ampliando un sentimiento de unidad y cohesión con la ayuda de un facilitador o facilitadora.

Los efectos de este tipo de evento pueden describirse de muchas maneras y desde distintos puntos de vista. Intentaré exponer algunos de ellos, además de que es muy divertido y nos ayuda a aliviar mucho estrés de forma saludable, al tiempo que redescubrimos el buen sentido de lo que significa la tribu.

En primer lugar, es realmente un evento para cualquier persona y, facilitado de la manera adecuada, permite tanto a principiantes como a músicos experimentados vivir juntos una experiencia satisfactoria.

Es ideal para quienes tienen miedo a tocar o creen que no tienen sentido del ritmo, o para quienes sienten rechazo hacia los instrumentos musicales por haber tenido un profesor o una profesora demasiado exigente.

También es ideal para quienes están cansados de vivir la música como un estandarte de superioridad intelectual y quieren redescubrir la inocencia de la infancia sin perder su madurez y singularidad, compartiendo su don musical con los demás.

Todas las personas del grupo pueden disfrutar tocando juntas, ¡siempre que estén dispuestas a interactuar!

Mi sueño, junto con el de todos y todas las facilitadoras de drum circle del mundo, es ver surgir en cada ciudad, pueblo, barrio o bloque de apartamentos una comunidad rítmica que descubra y viva la belleza de apoyarse mutuamente, con alegría.

¿Cómo funciona un círculo de percusión?

Ya de por sí un círculo de personas tocando percusión tiene una inteligencia propia que tiende a la armonía, y en teoría no haría falta facilitarlo si quienes participanse escucharan y apoyaran mutuamente de por sí, sin juzgarse ni juzgar a los demás: de este modo, el grupo utilizaría la música como vehículo para crecer como un todo autorregenerador, en un viaje sonoro que hablaría sobre todo de su relación en expansión y que tendría además repercusiones positivas en su vida cotidiana, también en lo que atañe al campo de la percepción

Sin embargo, para que esto ocurra, es necesario que cada participante tome consciencia de este potencial más o menos latente. Y debe saber que tocar la percusión es algo que se puede hacer de forma relajada e intuitiva, dejando que sea el cuerpo el que toque, sin ese “juez interior” tomando el control, por lo que no hay que ser músicos cultos para disfrutar de la experiencia.

El cuerpo es un conjunto de ritmos biológicos perfectos que se alternan y mezclan en esta maravillosa máquina que es el ser humano, ¡sin que este tenga siquiera que pensar en ello! Pero no solo eso, sino que, como este cuerpo ha evolucionado a partir de la Tierra y está en sincronía con los ritmos de la Naturaleza, es intuitivamente capaz de interactuar rítmicamente con todo lo que le rodea. En el momento en que le permitimos expresarse, puesto en contacto con un instrumento rítmico, el cuerpo tiende espontáneamente a expresar ritmo y armonía.

He aquí una pequeña historia de cómo me convertí primero en percusionista y luego en facilitador de círculos de percusión como herramienta para expandir el potencial humano…

Pese a llevar años estudiando piano, clásico en la infancia y moderno durante la adolescencia con un profesor de la talla de Walter Savelli, seguía sintiendo una insatisfacción extraña, como si el medio del teclado nunca hubiera sido realmente reconocido por mí como el mejor vehículo para la expresión de mis emociones.

Tras recibir un juego de Latin Percussion Bongos como regalo de la que entonces era mi novia, empecé a tocarlos en directo con la banda con la que tocaba en aquel momento. Entre una improvisación de Hammond y un acompañamiento, sentí una alegría instantánea, un reconocimiento de que a través de ese tipo de instrumento podía expresar directamente quién soy y mi energía vital, y con un enfoque intuitivo.

Así que a partir de 1995, queriendo tocar para la gente que baila, durante unos diez años me vi tocando congas, djembés y luego también el didgeridoo, como intérprete en discotecas; al mismo tiempo, con la alegría y la profundidad de recorrer un camino de meditación y chamanismo, tuve la oportunidad de tocar periódicamente con músicos internacionales en el campo de la música devocional, ritual y chamánica.

A través de la percusión encontré un medio que me permitió, más allá de mi competencia musical, expresar y compartir mi corazón, así como redescubrir y transmitir a través del ritmo la belleza de estar vivo en nuestro maravilloso planeta.

Me gustaría hacer una introducción para contarles cómo entré en contacto con la red de drum circle facilitado al estilo «artúrico» (es decir, el de Arthur Hull, considerado en EE.UU. como uno de los padres fundadores del movimiento del drum circle como motor de expansión del potencial humano):

Uno de los aspectos más bellos de no interpretar una canción o una pieza estructurada, sino de tocar la percusión «hablando directamente desde el corazón», es decir, desde un espacio que no sufre limitaciones intelectuales, es que quienes escuchan, por resonancia, pueden recibir los sonidos desde esa zona de percepción que es su propio corazón.

Los sonidos se experimentan así con sorpresa y nutrición, la persona a la escucha «siente» que algo mágico está ocurriendo, precisamente porque se ve transportada por el halo de misterio que se manifiesta a medida que surge la música, a un territorio interior sin fronteras. Esto también ocurre cuando un buen músico interpreta un solo que pilla a la mente desprevenida: de repente nos vemos arrojados y arrojadas a un entorno musical imprevisible que suspende nuestros juicios con el asombro de ese eco del infinito que el solo nos hace vislumbrar.

Siempre que un arte nos recuerda el infinito, caemos en el infinito de nuestra propia esencia y nos quedamos atónitas y atónitos.
Esta forma de tocar, como un viaje de descubrimiento, es la que prefiero…

Así, en todos los eventos o conciertos en los que me he encontrado tocando, y especialmente durante los eventos de trance dance con música en directo, un ritual de danza chamánica en el que toco periódicamente improvisando con mi amigo Rishi Vlote y otros músicos de talento, he notado que los momentos en los que más me apreciaba el público no eran realmente cuando interpretaba ritmos particularmente virtuosos, sino cuando yo mismo estaba en esta sorpresa de ver la música surgir de mis manos, en el pathos de no saber exactamente lo que iba a pasar.

Así que cada vez que me decían «bravo», no solo tenía la clara sensación de que no era «yo» quien había sacado esa cualidad, la cual había pasado a través de mí como algo procedente de un espacio más amplio que «yo», sino que además eso no dependía de la destreza técnica, sino de mi predisposición interior, de que yo diera permiso para que se produjera ese salto a lo desconocido.

En algunas tradiciones nativas se habla de ese «algo» como «tocar desde el Espíritu, o con el Espíritu», es decir, tocar desde un espacio más allá de la memoria, donde el Todo, lo Desconocido, toca a través de ti trayendo renovación, nutrición, percepciones y vitalidad.

Tenía claro que ese algo, ese Espíritu por el que recibía las felicitaciones de quienes me apreciaban, como si fuera una rareza única, también podía estar a su alcance, más allá de los tecnicismos. Y una y otra vez me encontraba frustrado por no saber cómo explicar la naturalidad de ese algo, considerado tan único y especial probablemente » solo» como reminiscencia de la ignorancia inducida durante épocas muy oscuras de nuestra historia europea, cuando la Inquisición eliminaba o silenciaba sistemáticamente a cualquiera que pretendiera establecer un contacto individual con el espíritu, sin el medio de la religión dominante.

En resumen, volviendo a mi propia trayectoria, cuanto más improvisábamos en música, más nos consideraban «excepcionales» y más nos preguntábamos cómo disolver esta brecha entre nosotros y el público…

Y en 2008, ¡el círculo de percusión facilitado llegó a mi vida! Rishi Vlote me pidió que fuera su ayudante en un fin de semana de introducción a la percusión intuitiva, y cuando llegamos el primer día me dijo que quería utilizar algunos ejercicios del libro de un tal Arthur Hull, Drum Circle Spirit – facilitating human potential trhough rhythm (El espíritu de los círculos de percusión: facilitando el potencial humano a través del ritmo; n.d.r.). Pues bien, empiezan los ejercicios y me quedo sorprendido viendo en acción un modo de aproximarse al grupo de participantes que, con extrema sencillez, les permite ponerse a tocar, romper la barrera del juicio y el control y compartir rápidamente el Espíritu a través del ritmo… ¡y descubrir esta posibilidad de transmisión me deja asombrado!
Al final del fin de semana devoré el libro y les dije a mis amigos que quería ir a un curso de facilitación de círculos de percusión con Arthur Hull en Escocia. En unos días llega mi cumpleaños y me entero de que mi novia, con la ayuda de mis padres, ¡ha tenido la fantástica idea de regalarme el seminario de formación, el viaje y el alojamiento y la comida! ¡¡¡Qué patada en el culo!!! ¡¡¡¡Y qué valiosa aportación, el cariño de estas personas queridas, a mi rítmica trayectoria!!!!

Y así por fin me encuentro formando parte de una red de personas que saben y reconocen que ese «algo» está al alcance de todas y todos, más allá de la experiencia y conocimientos musicales, y para quienes la aventura, el propósito y la alegría es compartir el espíritu rítmico y sus efectos beneficiosos a nivel de cuerpo-mente y «alma» con un público lo más vasto posible.

Drum Circle Spirit: una fórmula sencilla con profundas implicaciones…

La descripción de lo que esta disciplina nos permite descubrir y cómo consigue combinar diferentes ámbitos (música, interioridad, redescubrimiento de nosotros y nosotras mismas a través de la socialidad y la confrontación, etc.)

Aquí es donde entra la figura del facilitador o facilitadora que sostiene el potencial del círculo, el pegamento que establece una relación de confianza con las personas que participan en él y les invita lúdicamente a escuchar cuando parece que no hay más espacio o cuando falta el diálogo rítmico y la apertura a lo desconocido.

Y es que, a través del lenguaje común del ritmo, dicha figura fomenta un entorno de no-juicio y de expansión progresiva de la escucha, mientras cada una de las personas va encontrando su lugar dentro de un conjunto que es único e irrepetible y creado por ellas mismas según lo que sienten en ese momento, un conjunto que se mueve y evoluciona a medida que crece el diálogo.

Quien facilita, a través de intervenciones que sirven para despertar la confianza y la escucha al mismo tiempo, invita al grupo a «percatarse» y a apreciar intuitivamente diferentes dimensiones que suceden dentro del ritmo que se está tocando, siempre sin caer en una lección de música ni generar ansiedad de prestación en quienes toman parte: efectivamente, aquí el juego no consiste en ver quién es mejor, sino de cuánto dejamos que se produzca el apoyo mutuo.

De hecho, el termómetro de la musicalidad es directamente proporcional al descubrimiento y respeto del diálogo que surge durante el evento: quienes son principiantes reciben apoyo para que confíen en la ritmicidad inherente que llevan consigo las 24 horas del día desde antes de nacer y a las personas expertas se les anima a que sintonicen con lo que ya funciona en la música que se interpreta, abandonando los mapas pregrabados de las canciones que ya conocen, y a que sostengan y utilicen como tal la plataforma rítmica creada por quienes que «saben» menos. De este modo, pueden darse simultáneamente ritmos simples y complejos, en una intersección mutua que depende » solo» de la escucha.

Y la escucha global genera alegría y aceptación, de ahí la curiosidad, de ahí la voluntad de explorar qué otras cosas aún más bellas pueden compartirse. Del caos rítmico inicial se pasa a una acogida progresiva que permite que el círculo se atreva con nuevos ritmos y diálogos, hasta llegar a una verdadera orquestación en la que las personas que participan se esperan unas a otras con curiosidad por ver qué ocurrirá a continuación a partir de su interacción rítmica.

En otras palabras, de una actitud individual ensimismada y centrada en el propio instrumento, se pasa al descubrimiento de la otra persona, a la intuición de cómo utilizar creativamente la presencia de esta para el bien común (la continuación del ritmo), llegando a la alegría de cocrear momento a momento una nueva historia llena de sorpresas y muchos colores: ya es todo un logro, para un grupo de personas que nunca se han visto antes, y en un par de horas, ¿no?

Se trata sin duda de un acto en el que tanto quienes participan como quien facilita redescubren el placer de «aprender a aprender», gracias a la continua improvisación que se produce de principio a fin.

Uno de los aspectos más hermosos del círculo de percusión facilitado es que tocar en círculo «imita» y se hace eco de nuestra realidad cotidiana, mostrándonos en su desarrollo numerosas metáforas con respecto a nuestra forma de vida y evidenciando claramente que «en realidad» siempre estamos viviendo en un círculo que, voluntaria o involuntariamente, se ve afectado por, y disfruta de, las acciones y reacciones de los seres que lo constituyen, tanto humanos como otros seres vivos o elementos.
Y es que, por ejemplo, el hecho de que no recordemos de dónde viene la ensalada que comemos o el agua que bebemos, y de qué manera llegan a nuestra boca, ¡no significa que la circularidad de la vida no esté ocurriendo ahora mismo y que podamos creer que nuestras acciones no cambian el ciclo del agua o de las verduras!

Así, en un círculo de percusión podemos ver inmediatamente que si una persona es excluida por otras, la inteligencia del círculo intentará encontrar un ritmo que haga posible que todos y todas estén presentes, también la persona excluida. El círculo muestra asimismo cómo, espontáneamente, el éxito de una persona busca ser acogido y celebrado por todo el grupo, amplificado por la comunidad que lo forma, mientras que, por el contrario, es igualmente posible ver cómo, si un individuo se entrega a su propio y extraordinario solo musical, sin tener en cuenta a los demás y sin dedicarlo al «buen ritmo» común, el equilibrio se romperá y el círculo buscará una nueva forma rítmica que pueda compensar el exceso del individuo, esperando que este vuelva al «todo» que le rodea.

La confrontación entre individuos es siempre impulsada por el grupo hacia una resolución en la que todas y todos ganan, porque el círculo necesita de todos sus miembros para funcionar lo mejor posible: por eso tiende naturalmente a compartir y transformar las emociones negativas experimentadas por el individuo y a compartir y amplificar todas las positivas, ayudándonos a comprender que el bienestar de una persona es el bienestar de todas, y en el bienestar de todas y todos está contenido también el propio.

Mientras diversas dinámicas relacionales tienden espontáneamente hacia su clímax creativo para apoyar la musicalidad del grupo, cada una de las personas recibirá un masaje sonoro beneficioso para todo el sistema nervioso, gracias a las ondas sonoras generadas por las membranas de los tambores y otros instrumentos de percusión: el sonido irá a la velocidad que el círculo soporte fisiológicamente y empujará al cerebro a activarse globalmente e interactuar al máximo con todos los aspectos percibidos por los sentidos, con un despertar general tanto del oír, como del ver, como del sentir; además, la complejidad de los ritmos estimulará cualidades complejas de percepción-intuición-procesamiento de los datos disponibles, alimentando capacidades cerebrales fundamentales para «funcionar» bien en el mundo en que vivimos.

Los resultados de la interacción en el círculo de percusión facilitado son sin duda también un sentido ampliado de la amabilidad, una disminución del aislamiento en el que a menudo nos vemos encajonados y encajonadas por una sociedad que no está del todo en la escala humano-social-animal, lo que resulta en una capacidad para estimular la búsqueda de lo bueno en los demás y en el entorno que nos rodea; una producción de sustancias químicas de placer y bienestar que ayudan al sistema inmunitario; un aumento de la capacidad de «oír» música en la ritmicidad de nuestro entorno, ya sea en la naturaleza o en los ritmos con los que nos movemos en sociedad, así como una reducción de la necesidad de adoptar comportamientos o sustancias tóxicas para alejarnos de la realidad.

He visto a gente llegar la primera vez sin saber ni siquiera coger una baqueta y acabar el evento sonriendo y tocando ritmos de samba sin ni siquiera saberlo, o gente llegar con un desajuste severo del ritmo y en pocas horas volver a encontrarle el sentido y la alegría …O gente llegar con una neuralgia severa y salir a las dos horas sin un dolor …

Sin embargo, los beneficios directos e indirectos a nivel social son tantos que el círculo de percusión facilitado se utiliza cada vez más para armonizar y potenciar la sinergia y la salud de equipos de todo tipo: empresas, hospitales, asociaciones, escuelas, comunidades, grupos especiales como Alcohólicos Anónimos o personas en tratamiento por otras drogadicciones, adolescentes en situación de riesgo, pacientes psiquiátricos, personas con discapacidad o que padecen enfermedades crónicas de todo tipo, personas afectadas por catástrofes o guerras…

La lista de beneficios personales podría ser interminable: muchos de ellos se experimentan, pero puede que no se procesen inmediatamente a nivel lógico la primera vez que se participa, a menos que quien facilita se detenga verbalmente en algunos de estos elementos. En general, sin embargo, si el grupo no está trabajando en temas específicos, en un círculo de percusión no suele haber mucha charla, entre otras cosas porque no se trata de una conferencia de explicaciones científicas, ¡sino de un evento en el que se toca!

Tu experiencia en Escocia, junto a tus profesores; y aquí, en nuestro territorio, como facilitador autorizado: regalos dados y recibidos, experiencias para recordar…

Mi experiencia en Escocia, aparte de algunos hábitos culinarios e higiénicos que no son precisamente los más cómodos para mí, suele ser tan nutritiva a nivel humano y rítmico que todos los años vuelvo a la misma formación con Arthur Hull solo para pasar algún tiempo tocando entre 12 y 14 horas al día, para compartir la inteligencia y el amor que se desatan cuando un grupo de profesionales de varios ámbitos (música, musicoterapia, educación social, psicología, trabajo social, sacerdocio, investigación, gestión, enseñanza, etc.) se reúnen para honrar el regalo que los tambores hacen a un círculo que quiere expresar su humanidad y sus talentos.

El segundo año me formé con 52 personas, que juntas habían facilitado el ritmo y la armonía de grupo el año anterior a por lo menos 400.000 personas de todas las edades y a grupos diversos con necesidades especiales, como en prisiones u hospitales.

En estos entrenamientos no he recibido más que grandes dosis de confianza y apoyo; he conocido a personas de diferentes caminos espirituales de todo el mundo, que me han aportado su amorosa perspectiva, y he recibido importantes enseñanzas de la mera presencia de unas pocas personas que, aun con grandes dificultades psicomotrices pero con un enorme espíritu y corazón, se han convertido en facilitadoras de la alegría de miles de personas.

Como facilitador, cada círculo de percusión es una gran experiencia de aprendizaje para mí, y la necesidad que siento de tener un enfoque lo más abierto posible es cada vez mayor, pues el evento seguirá la fuerza del colectivo, y el colectivo lo que quiere es recibir apoyo para expresar su magia, no estar sujeto a mis ideas de cómo deben ir las cosas, aun a riesgo de que el Espíritu “decaiga”.

De hecho, aunque confío en que el ritmo tiene la inteligencia de estimular lo mejor de cada persona, nunca sé qué tipo de situación me presentará el círculo, y no puedo ampararme en decir «que cada participante haga lo que yo diga», de lo contrario convertiría el evento en una lección y daría lugar a una relación de dependencia en lugar de una interdependencia creativa. Debo aprender cada vez, desde un espacio lo más nuevo posible, a leer lo que el círculo quiere comunicar a nivel de ritmo y presencia, y conseguir honrarlo destacando la calidad que aporta.

De este modo, podemos pasar juntos de sentir incomodidad y extrañeza a estallar de alegría y sorpresa ante la magia que podemos crear en grupo. Como facilitador, puedo ver que la mente siempre quiere tenerlo todo bajo control y, por tanto, le gustaría poder predecir cómo responderá el círculo, poder prepararse para su éxito de antemano, pero el mejor enfoque es tenerla abierta y reírse de los propios errores, utilizándolos lo antes posible como oportunidades, de modo que yo también pueda seguir divirtiéndome, mientras en la imprevisibilidad del círculo yo también aprendo constantemente.

Buenas razones para participar en un círculo de percusión. Los consejos que das a quienes aún no conocen el arte de «facilitar el potencial humano a través del ritmo».

Animo a participar incluso sin motivo, en una experiencia de este tipo. Mi invitación es para quienes desean vivir en armonía con los demás, viviendo el sentido original de hacer música, que es comunicar con la esencia de lo que tenemos dentro, la de otras personas y la de aquello que nos rodea.

Amimo a disolver el sentimiento de separación tocando juntos y juntas, no solo porque pueda considerarse filosóficamente correcto o socialmente correcto, sino porque podemos divertirnos mucho y descubrir que podemos crear valor a través de la alegría de reconocernos unos a otros, ¡no como una imposición de la que preferiríamos escapar! Animo a participar a quienes se sienten solos en una sociedad que oficialmente solo recompensa el tomarlo todo sin dar nada a cambio, y a quienes desean redescubrir a un pueblo que quiere intercambiar belleza.

Animo a las personas que sienten que la belleza no está solo en el resultado que esperamos alcanzar con nuestro esfuerzo, sino en descubrir y “surfear” con lo que quiere manifestarse, aprendiendo a confiar en el potencial de la vida.

Animo a participar en lugar de quedarse mirando.