– El espíritu en el círculo de percusión –

«En un círculo de percusión puedes buscar el espíritu con tus tres herramientas periféricas de escucha: ver, oír y sentir. Utiliza ese oído interno que has desarrollado escuchando la infinita cantidad de información que existe en el silencio entre las notas de la música.»
Arthur Hull – Drum circle spirit 1998

En un círculo de percusión facilitado tocamos juntos, guiados y guiadas por el poder de los tambores, para despertar y compartir nuestro espíritu rítmico, nuestra intuición y nuestras cualidades esenciales. A través del ritmo compartido descubrimos y cultivamos la armonía en nuestra relación con nosotras y nosotros mismos, con la comunidad en la que vivimos y con la naturaleza.

Desde la noche de los tiempos, hemos utilizado el sonido repetitivo de los tambores para despertar y celebrar nuestro sentido de unidad con nuestro ser y con el Todo. A través de la estimulación rítmica de cuerpo-mente-corazón, nos abrimos a lo nuevo, a lo desconocido, al potencial no manifiesto para aportar una nueva visión, bienestar y curación al plano físico.

El uso del tambor y otros instrumentos de percusión como medio para transmitir el espíritu ha tenido lugar generalmente a través de un modo de tocar impulsado simplemente por la intención de conectar con algo más grande, en lugar de hacer que un sonido siga a otro en una búsqueda musical.

Con la manifestación de respuestas específicas de transformación interior en las personas implicadas en tocar y/o escuchar/bailar, en las culturas nativas se delinearon, pues, rituales acompañados de ritmos y cantos dedicados, destinados a evocar esos espíritus, esos resultados, en el individuo o en el grupo social al que pertenece.

En Europa y en los países influenciados por ella, aparte de algunos pequeños núcleos cuya cultura ha sobrevivido hasta nuestros días, como en el caso de la tarantela, el uso de la música como vehículo del espíritu fue sencillamente destruido y barrido por la injerencia de la Iglesia, y en su forma más violenta por la Inquisición. A lo largo de los siglos ha quedado un enorme vacío de sentido, cuyas consecuencias seguimos pagando colectivamente, y que se manifiesta en una ausencia patológica de conexión entre las personas.

Compartir el espíritu a través del ritmo y la música como lenguaje universal era y es un aglutinante para la unidad de grupo, para despertar y compartir la propia humanidad, la hermandad y la cooperación con nuestras vecinas y vecinos, para que las personas vuelvan a experimentar ese sentimiento de semejanza que las une, sin dejar de honrar sus diferencias.

Así, el vacío de espíritu dejado por la censura cultural ha generado un uso desviado de la música marcado por la exasperación del éxito personal, la creación de una élite de artistas y la exasperación de géneros musicales basados en el egoísmo, o puede que hasta catárticos, pero que tienen poca conexión con una transformación real, de hallarse en sintonía con la Naturaleza y el corazón humano.

Para llenar este vacío, desde los años sesenta hemos visto surgir una cultura alternativa que ha ido en busca del corazón, del centro, del jugo de las tradiciones relacionadas con la búsqueda del espíritu.  Dicha cultura ha dado lugar al fenómeno del llamado core-shamanism, o neochamanismo: un movimiento que, entre otras cosas, declara que es posible contactar con el espíritu y transmitirlo a través de rituales, pero que dicha aproximación debe ser experiencial y no estar encadenada a ningún dogma o superstición, de modo que cada persona pueda establecer una conexión personal no filtrada por jerarquías impuestas.

Incluso a nivel de música de conjunto, la búsqueda de un espíritu compartido comenzó a manifestarse de nuevo en los años 60 en Estados Unidos, con el nacimiento del movimiento hippie.

Al margen de unos pocos grupos que, en ese crisol de etnias de todo el mundo, se inspiran libremente en raíces culturales vinculadas al pueblo al que pertenecen, como la tradición de los nativos americanos, las reuniones colectivas tienen una expresión típica en el fenómeno del llamado thunder drum circle en inglés, esto es, círculo de percusión “tronador”:  en un thunder drum circle, la gente se reúne en círculo, tocando tambores y otros instrumentos de percusión como forma de expresar su esencia junto a los demás, de forma anárquica; algunas personas bailan y cantan, otras simplemente escuchan. La norma es que nadie puede decir a los demás cómo debe interpretarse la música, a diferencia de lo que ocurre en las orquestas tradicionales, donde se ha de tocar única y exclusivamente la partitura asignada.

Con el paso del tiempo, algunos músicos, como Arthur Hull (pionero y «anciano» internacional) empezaron a observar qué dinámicas de relación, tanto personales como musicales, eran comunes a todos los thunder drum circles y optaron por crear el llamado facilitated drum circle, o círculo de percusión facilitado.

Frente a un drum circle anárquico y una orquesta tradicional, el círculo de percusión facilitado, al poder contar con la figura del facilitador o facilitadora, se erige como una herramienta que puede proporcionar una plataforma sencilla y eficaz para estimular la presencia de ánimo en un grupo de personas, hasta el punto de trasladarlas en menos de una hora a picos de satisfacción emocional y musical impensables en una situación de anarquía forzada o, por el contrario, en una situación de alta dificultad técnica, como una orquesta interpretando piezas estándar.

El círculo de percusión se ofrece a quienes intuyen que tocar tambores y otros instrumentos de percusión puede ayudarles a abrirse a algo más grande y compartirlo, sea cual sea su edad u origen cultural.

Al igual que en un ritual chamánico, utilizamos objetos, elementos, movimientos repetidos, intención y confianza para conectar con un campo de conciencia mayor del que recibir información y transformación. En un círculo de percusión se nos introduce en un estado ampliado del ser mediante muchos elementos: desde la geometría del círculo, que por sí sola nos abre a un sentido de unidad, hasta los ritmos que se tocan en un diálogo cada vez más armonioso, cada vez más abierto a la manifestación de la música, desde un espacio de descubrimiento momento a momento.

Gracias a los efectos de ver, oír y sentir de forma periférica, y a los efectos de un ritmo que no se impone sino que es facilitado por alguien que inspira confianza como facilitador o facilitadora, el ritmo canaliza y así manifiesta en su libertad todo su poder para armonizar cuerpo, mente y alma, de estimular los hemisferios cerebrales y el corazón espiritual, de integrar la parte mágica y la lógica para alimentar el afloramiento de cualidades esenciales como el bienestar, la confianza, el valor, la estabilidad, la disposición al cambio, la escucha, la intuición, la comprensión, el cariño, el respeto, el reconocimiento, la confianza, la presencia momento a momento, etc.

Se proporciona a quienes participan distintos tipos de percusión e instrumentos de percusión, a fin de estimularles con diferentes vibraciones y frecuencias, para que la percepción auditiva sea lo más multidimensional posible, manteniendo la sencillez del planteamiento de estos instrumentos.

En un círculo de percusión facilitado, gracias al apoyo de la persona que facilita, en el transcurso de una hora y media aproximadamente, quienes participan pasan de la conciencia individual a la conciencia de grupo, para luego descubrir que son un verdadero conjunto musical, capaz de convertirse en una auténtica orquesta rítmica.

En el momento en que se dan cuenta de que, a través de la confianza y la apertura, la música y la calidad de la relación y la emoción se expanden cada vez más y conducen a la manifestación de nuevas energías y percepciones, las personas se desprenden de sus propios límites y se funden en un único organismo resonante, se ponen espontáneamente al servicio del espíritu, de ese campo más amplio a través del cual los sonidos y el silencio transmiten exactamente la calidad energética que cada uno y cada una de las participantes necesita en ese momento concreto de su vida.

Puede que para una persona sea una liberación del estrés, para otra un despertar de la comprensión y la intuición, para otra una apertura a la confianza en los demás, para otra una experiencia mística con la música, para otra una dimensión del amor en todas direcciones, para otra un fortalecimiento de sus raíces…

En un individuo o grupo que está en contacto con los aliados del mundo espiritual, animales o plantas u otros seres en conexión sutil, tocar el tambor en solitario o en un círculo de percusión representa un vehículo a través del cual manifestar las cualidades curativas de estas entidades: en este caso, el cuerpo, en lugar de manifestar el espíritu a través de la danza, lo hará mediante el golpeteo de los instrumentos golpeados y el resplandor energético resultante, influyendo en el entorno y en las personas que lo rodean.

En un círculo de percusión facilitado, por lo general se deja que el campo de energía formado por quienes toman parte manifieste hacia dónde dirigir la música y la energía, pero también es posible encaminar el evento con intenciones diferentes, para llevar a la gente a una experiencia centrada, cuyos aprendizajes estén vinculados a una exploración en profundidad de algunas de las cualidades descritas hasta ahora.

La facilitación es un arte que puede aprenderse y perfeccionarse, gracias a la contribución que profesores como Arthur Hull y las formadoras y formadores de Village Music Circles han aportado a las comunidades rítmicas internacionales, y está al alcance de cualquiera que tenga sentido del ritmo y sienta la necesidad de llevar esta herramienta a la comunidad en la que vive y trabaja. Así es como llegan a aprender esta arte profesionales del mundo de la música, el trabajo social, la enseñanza, la salud, la psicología, el sacerdocio, el entrenamiento deportivo, líderes de grupos de crecimiento personal y de comunidades o quienes tratan con estas. Tú podrías ser la próxima persona en aplicar esta herramienta en tu trabajo, al servicio de tu comunidad.

 

«¿Es el espíritu un elemento que puede identificarse y facilitarse en un círculo rítmico?

La mayoría de los facilitadores y facilitadoras dicen que se puede oír al espíritu manifestarse en la calidad de la música que produce un grupo de personas. El espíritu comienza a aparecer a medida que la música toma la forma de una visión de grupo cohesionada que se manifiesta en el sonido. Cuando la comunidad se fusiona musicalmente, significa que el elemento espiritual está actuando dentro del círculo de percusión. Es algo que se puede leer, literalmente. En un círculo de percusión puedes buscar el espíritu con tus tres herramientas periféricas de escucha: ver, oír y sentir. Utiliza ese oído interno que has desarrollado escuchando la infinita cantidad de información que existe en el silencio entre las notas de la música.

¿Qué te dice que el espíritu está presente?

La calidad de la música producida en el círculo depende de la calidad de la relación que acaba instaurándose entre quienes participan. Descubrirás que el intercambio y la expresión del espíritu forman parte del pegamento que crea esa conexión: cuando esté ahí, lo sabrás; cuando no esté, lo sabrás; cuanto más intensa sea la conexión, mejor será la música, más palpable será el espíritu; cuanto más intenso sea el espíritu, mejor será la conexión, más palpable será la música; cuanto más intensa es la música, mejor es el espíritu, más palpable es la conexión.

¿Puedes aliviar el espíritu?

No puedes diseccionar y manipular el espíritu con tus herramientas de facilitación, pero puedes leerlo, reconocerlo, reflejarlo y devolverlo al grupo que te lo dio. Cuanto más intensa sea la facilitación, mejor será la música, más legible será el espíritu».

Arthur Hull – Drum circle spirit – 1998

Para más información sobre el círculo de percusión facilitado y nuestros cursos de formación:

www.drumcirclespirit.it