Normalmente, como puede verse en la figura adjunta —que es un mapa y no el territorio, por lo que no hay que tomarla al pie de la letra—, un círculo de percusión facilitado tiene una progresión desde una fase inicial, en la que cada participante es principalmente consciente de sí mismo y de sí misma (consciencia individual) y se ha comprometido a aclimatarse al instrumento (tecnología) que está tocando, hasta una fase final en la que ya se ha relajado y es consciente del diálogo rítmico en curso con los demás (orquesta), al tiempo que expresa «presencia» mediante un impulso natural hacia una musicalidad que procede de compartir ritmo, diversidad, emociones, escucha, sensibilidad, coralidad, en ese todo que es mayor que sus partes individuales (espíritu).
La sucesión de estas fases también va acompañada de los pasos identificados por Tuckman como el camino necesario para que un grupo de personas pase del primer momento en que se reúnen, a ser un equipo altamente eficaz y creativo, a saber, las fases FSNPT: Forming-Storming-Norming-Performing-Transforming —formación-conflicto-normalización-desempeño-transformación—.
En la primera fase, conocida como de «dictador» (quien dicta), la facilitadora o el facilitador llevan a quienes participan a tomar consciencia de pertenecer a un grupo unitario, impartiéndoles el lenguaje y las herramientas básicas de la facilitación, con intervenciones de «grupo completo» de todo tipo, como cortes de parada, llamada y respuesta, subir y bajar el volumen (dictador-individuo-tecnología-formador). Descubrir la habilidad y la alegría de crear.
En la segunda fase, conocida como de «director» Revelando «sobre la marcha» la interacción entre los diferentes timbres musicales, y mediante herramientas como «esculpir» la mitad del círculo de tal manera que se fomente la escucha mutua, el animador dirige a los miembros del círculo hacia la conciencia de que están creando un «conjunto» de elementos que forman una canción: los participantes empiezan a darse cuenta no sólo de que forman parte de un grupo, sino de que están entablando un diálogo creativo entre ellos (director-grupo-conciencia-canto rítmico). Descubrir la habilidad y la alegría de escuchar.
En la tercera fase, denominada de «facilitador», quien facilita orienta a las personas del grupo hacia la toma de consciencia de lo singular de cada aportación personal a la canción que se está desarrollando, de lo «especial» de la relación entre los distintos elementos y los sonidos que producen; les ayuda a revelar relaciones rítmicas complejas que pueden surgir del conjunto, a descubrir aún más la belleza y la calidad que estas están manifestando por sí mismas espontáneamente desde el vacío y que depende del acuerdo del diálogo mutuo. Esto se consigue a través de acciones como la de «esculpir» los instrumentos que manifiestan puntos fuertes, que luego pueden acentuarse como plataforma para evoluciones rítmico-melódicas por parte de los demás … o “esculpir” la canción de tal manera que afloren instrumentos cuyo sonido es más delicado pero que son fundamentales para la armonía del conjunto y pueden estar pasando desapercibidos (facilitador-grupo de percusión-dinámica-normación). Descubrir la habilidad y la alegría de la cocreación.
En la cuarta fase, denominada de «director de orquesta», normalmente, el grupo es capaz de «autofacilitarse» y autosostenerse durante los distintos puntos de transición: quienes participan saben ahora que la música se manifiesta momento a momento de un modo que sigue cambiando y evolucionando según su disponibilidad, están abiertos y abiertas a descubrir con curiosidad lo que el momento siguiente traerá como oportunidad de interacción, a que la contribución de cada cual aporte una nueva «creación». Se les puede invitar a que bailen en el centro, o a escuchar desde el centro. La facilitadora o el facilitador les acompaña con su percusión, interviniendo solo para subrayar lo que tocan u ofrecen espontáneamente en una relación de confianza, y luego facilita un final «coral»… (melodía-director de orquesta-espíritu-actuando/transformando). Alegría de descubrir e interactuar con el cambio continuo.
Aunque estas son las etapas que suelen sucederse para facilitar la armonía, es posible que el círculo no necesite pasar por todas ellas en el mismo orden y con un calendario preestablecido, sino que puede pasar de una a otra alternativamente, en función de su nivel de conciencia de grupo y de relajación con los instrumentos y el diálogo musical que se está produciendo.
N.d.r.:
la figura “Anatomía de un evento rítmico” es un esquema concedido por cortesía de Arthur Hull y está publicado en su libroDrum circle facilitation.
Modelo de 4 etapas de Tuckman: formación-conflicto-normalización-desempeño
Fase 1 – Formación
Gran dependencia de la persona que lidera en cuanto a orientación y dirección. Escasa tendencia del equipo a inspirarse en intenciones más amplias que las recibidas de esta. Las funciones y responsabilidades individuales no están claras. Quien lidera debe estar preparada o preparado para responder a muchas preguntas sobre la finalidad, los objetivos y las relaciones externas del equipo. A menudo se siguen ignorando las modalidades de los procesos necesarios para alcanzar los objetivos. Las personas del grupo ponen a prueba la tolerancia del sistema y de quien lidera.
Fase 2 – Conflicto
Las decisiones no se toman fácilmente dentro del grupo. Quienes forman parte del equipo compiten por un puesto mientras intentan establecer su papel en relación con los demás y con la persona que lidera, llegando incluso a retarla. Los objetivos son cada vez más claros, pero persiste una gran incertidumbre. Pueden crearse camarillas y facciones y puede haber conflictos de poder. El equipo debe centrarse en sus objetivos, para evitar que las relaciones y las cuestiones emocionales le distraigan. Pueden ser necesarios algunos compromisos para dar lugar a la progresión del trabajo. Quien lidera instruye con mayor profundidad a la vez que amplía pacientemente la comunicación para fomentar la concentración y facilitar la integración de las dinámicas dentro del grupo.
Fase 3 – Normalización
El acuerdo y el consenso están bien distribuidos en el equipo, que responde bien a la facilitación de la persona que lidera. Las funciones y responsabilidades están claras y aceptadas. Las decisiones importantes se toman por acuerdo de todo el grupo. Las decisiones de menor envergadura pueden delegarse en individuos o pequeños equipos del grupo. La implicación, el compromiso y la unidad son fuertes. El equipo también puede compartir situaciones divertidas y actividades sociales, al igual que debate y desarrolla sus procesos y estilo de trabajo. Existe un respeto general por quien lidera y parte del liderazgo es más compartido por el equipo. Dicha persona fomenta y facilita las actividades.
Fase 4 – Desempeño
El equipo es más consciente estratégicamente: sabe exactamente lo que hace y por qué. Tiene una visión compartida y es capaz de valerse por sí mismo, sin interferencias ni participación por parte de quien lidera. La atención se centra en la consecución de resultados y el equipo toma muchas decisiones que entran en conflicto con los criterios acordados con la persona que lleva el liderazgo. El equipo goza de amplia autonomía. Los desacuerdos ocurren, pero ahora se resuelven positivamente dentro del equipo, que también se permite hacer los ajustes necesarios en la estructura y los procesos. El equipo es capaz de trabajar para lograr el resultado y también de ocuparse de las dinámicas de relación, estilo y proceso que van surgiendo por el camino: quienes forman parte se cuidan entre sí. El equipo no necesita instrucciones ni asistencia. Puede que sus integrantes necesiten ayuda de quien lidera para su desarrollo personal e interpersonal. La persona que desempeña el liderazgo delega y supervisa.